Hombres religiosos y de la milicia escriben relatos que conforman textos oficiales y documentos históricos que hoy leemos como literarios: las Crónicas de Indias, fundadoras de lo que será la literatura latinoamericana.
El proceso de la Conquista llevó a una “democratización de las crónicas” (Iglesia, 1998) y a una polémica en con la historiografía erudita. Escriben quienes conquistan, evangelizan, testigos y actores de esas empresas: esa experiencia (y actuación) directa en el lugar de los hechos garantiza la verdad de lo narrado. Se diferencian por ello de lo eruditos, cronistas de oficio, que escriben de acuerdo a un modelo (histórico y retórico), alejados del lugar de la acción, basados en una experiencia de segunda mano (como es el caso de López de Gómara, frente a las crónicas de Cortés, Bernal Díaz, Las Casas, por ejemplo).
Si bien estos últimos escriben desde el lugar de los hechos, la disputa se da también al interior de este grupo y al interior de los textos. Las crónicas de los protagonistas de la historia que hoy leemos como textos literarios, tenían una función clara: informar a la Corona española los servicios realizado para garantizar la paga (Cortés), o bien reclamar por la inclusión en la historia y ganancias de la conquista a los soldados rasos (y no solo a los “héores” de la historia erudita), enmendar los “borrones” de otros cronistas, denunciar aberraciones en el Nuevo Mundo. Entre estos cronistas encontramos a Bernal Díaz y a Bartolomé de las Casas, si bien es el religioso el único que cuestiona la legitimidad de la conquista.
Dentro de los cronistas, encontramos uno en particular, el Inca Garcilaso de la Vega, hijo de un conquistador y de una indígena de la nobleza incaica. Esta doble procedencia da al cronista la autoridad para escribir sobre los dos mundos, sobre la historia incaica y los recuerdos de la Conquista basados en experiencias y relatos de sus padres y ancestros. Las crónicas y sus diálogos al interior permiten, no solo un recorrido por los inicios de la literatua latinoamericana, sino la reflexión sobre la escritura de una historia como la escritura de una versión de la historia: como dice Bernal Díaz en el preámbulo a la Historia verdadera de la conquista de la nueva España, se trata de “mi historia” frente a “su historia”, es decir, un punto de vista - frente a otros - sobre la realidad.
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