miércoles, 9 de marzo de 2011

Construir la identidad en el viaje


Las escritoras y periodistas que en el siglo XIX comenzaron a publicar obras literarias y artículos en periódicos y revistas (algunas veces dirigidos por mujeres) coincidían en el derecho de las mujeres a la educación, aunque no sostenían todas una agenda de reforma de la sociedad en cuanto a los roles de género. Entre las mujeres de la oligarquía de Buenos Aires que se destacaron como escritoras, y que mantuvieron una visión tradicional de la mujer y la familia, se encuentra Eduarda Mansilla. Hermana de Lucio Mansilla y sobrina de Juan Manuel de Rosas, publicó, sin mucha repercusión, Recuerdos de Viaje (1882), el relato de su primera estadía en los Estados Unidos en el año 1861. En esa obra, Eduarda Mansilla saca provecho de su condición de mujer (que no es leída por un público extenso ni tomada del todo en serio) y expone sin reparos su mentalidad señorial, su adhesión al sur esclavista y su deleite al escuchar el nombre de su madre y de su tío en boca de un comandante norteamericano.

Las mujeres norteamericanas. La liberalidad referente al cuerpo y a la sexualidad asombran a Eduarda. La autora incorpora el término flirt para narrar la libertad con que las mujeres solteras concurren solas a citas con distintos hombres, hasta el momento en que conocen al que se convertirá en su marido. En cuanto a las casadas, a Eduarda le resulta indiscreta la exhibición, con total naturalidad, de la habitación matrimonial - con las sábanas de la cama a la vista -, de la anfitriona a las invitadas a las fiestas. Los juicios negativos hacia las mujeres tienen muchas veces como punto de partida lo estético (son delgadas, se tienen el pelo de rubio), para luego adquirir un punto de vista científico, que le permite a la escritora abordar la crítica a la sociedad norteamericana: Eduarda nota en las sajonas la ausencia de ciertas redondeces que tienen su función en el cuerpo femenino, atributos que poseen por contraposición las latinas. No se trata de un mayor o menor grado belleza, sino que se descalifica a las norteamericanas desde una perspectiva biológica, vinculada la maternidad. Si esas mujeres no están capacitadas para ser madres debido a su fisiología, no se puede esperar demasiado en lo que respecta a la crianza de sus hijos (que comen, como el resto de los norteamericanos, alimentos indigestos); se pone en duda así la salud (física y moral) de los habitantes de ese país. Pero no todas son críticas para las mujeres norteamericanas: Eduarda exalta y defiende a aquellas mujeres que se han sacrificado en tiempos de la Revolución de la Independencia, se identifica con las reporters serias y científicas, y destaca las formas indirectas de participación política de las mujeres (medios psicológicos, entre otros). La crítica a la situación de la mujer en la sociedad se desliza en su admiración por esas mujeres y sus acciones, como en el hecho biográfico de que su producción intelectual se intensifica en ausencia y separación de su marido (ella vuelve a Argentina, mientras él permanece en Europa trabajando).
La verdad sobre los Estados Unidos. La autora enfatiza la hipocresía del país, que se presenta al mundo como democrático e igualitario pero extermina a sus poblaciones nativas, mantiene la desigualdad de negros y blancos, e impone sus valores liberales a otras naciones como forma de erigirse en poder hegemónico; da cuenta del mal gusto en la arquitectura, en la gastronomía, en las masas y sus costumbres; relaciona la pretendida igualdad de los norteamericanos con la carencia de vínculos con la nobleza europea. Así, Eduarda Mansilla va presentando la realidad de los Estados Unidos, frente a la apariencia, esa imagen superficial que se encuentra tanto en su texto como en los escritos de Sarmiento (en sus Viajes). Este autor reconoce, en un prólogo al texto de Mansilla, que los Recuerdos de Eduarda muestran aquello que no se alcanza a ver. En ese mismo sentido, Viñas (1998) afirma que los recuerdos de Eduarda Mansilla son lo que Sarmiento no dice, o no puede decir.
El home. De acuerdo a su perspectiva tradicional y su pertenencia oligárquica, Eduarda Mansilla encuentra en el home (sureño) un lugar en el que es posible descansar el cuerpo, sentirse cómoda y disfrutar de la belleza estética. Es allí donde Eduarda canta y escucha a una de sus amigas del Sur interpretar melodías con la misma perfección con la que son ejecutadas en París. Es este el espacio de la intimidad, de lo intelectual, artístico y religioso, en oposición al espacio público de las masas y el mal gusto. El home posee aquella belleza que se encuentra en la naturaleza, y también lo mejor de la civilización (noble y europea).
El viaje a Estados Unidos (originado en la misión diplomática de su marido), resulta, desde el momento de la llegada, una molestia: las imágenes del desembarco remiten a Eduarda al infierno dantesco. El viaje que Mansilla tiene en mente, y que funciona como término de comparación permanente es el viaje a Europa. El relato de su tránsito por Estados Unidos le permite, a pesar de su desagrado por las masas y los valores norteamericanos, una instancia para la construcción (y defensa) de su identidad femenina y de clase, en un momento histórico en que los Estados Unidos muestran su poder frente a Europa, y se constituyen por lo tanto en una amenaza, tanto a Europa como a los países dependientes, entre ellos, Argentina.
Bibliografía consultada:
Viñas, David (1998). De Sarmiento a Dios. Viajeros argentinos a USA. Buenos Aires: Sudamericana.

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